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PASTELERÍA BLONDA Y GUIJARRO SAN VICENTE DEL RASPEIG

Dirección: Ancha de Castelar, nº15
Localidad: San Vicente del Raspeig (ALICANTE)
Cp: 03690
Telf.: 965662070

¿Saben que lo último en turrones son los que tienen sabores tan originales como la pera o la naranja? Los ofrece un comercio sanvicentero elaborado de forma absolutamente artesanal en Blonda, establecimiento situado en Ancha de Castelar.


Pero, al mismo tiempo, ¿seríamos capaces de impregnarnos del espíritu navideño sin poder echarnos a la boca un polvorón tradicional o disfrutar de uno de esos mantecados que preparaban en sus cocinas nuestras abuelas y que nos hacía contar deseosos los segundos que faltaban para volver a verla y recibir un obsequio en forma de este delicioso dulce? En la Panadería Guijarro, en la calle Aviación, todavía mantienen las fórmulas con las que elaboraban las pastas navideñas hace ahora más de cuarenta años.

Este es el sabor de la tradición navideña.

Panadería Guijarro y Blonda son dos ejemplos de proyectos diferentes, cada uno con su propia idiosincrasia, su forma de ver el presente y mirar al futuro aunque con un denominador común: su pasado, el de la familia Guijaro, y el amor a una profesión y una forma de proceder en ella, como auténticos artistas, como artesanos, el primero de ellos Antonio Guijarro. El maestro cuenta en la actualidad con setenta y cuatro años de edad, pero se conserva lúcido y todavía se desenvuelve con ganas en el obrador, espacio que venera desde que era un veinteañero y que decidió convertir en el altar de su profesión. En el horno de la calle Aviación los hijos de éste jugaron, aprendieron a leer y crecieron engullendo los secretos del arte de combinar la harina, la sal, el agua y la levadura. Además, los vástagos se hicieron diestros en el manejo de la pala y el rodillo y se sintieron relajar tras pasar horas y horas apretando la masa. Ahora, cuarenta y cinco años más tarde, Antonio -creador de Blonda-, José Luis y María Luisa -estos dos últimos como continuadores de la distinguida Panadería Guijarro- han tomado el relevo del maestro. Mientras, Antonio satisface el gusanillo de sentir el sofocante calor en su rostro que proporciona el horno al tiempo que elabora uno de sus pequeños entretenimientos que más tarde devorará con devoción: almendras cubiertas con harina tostada, una modesta, sencilla y secreta delicatessen que no está al alcance del público y que es una absoluta delicia.

El obrador de la Panadería Bollería Guijarro conserva todavía el aire tradicional que conlleva aparejada la idea de la actividad artesana. La sala principal -amplia y cálida- está presidida por un vetusto e incombustible horno de leña rotulado con una amplia placa metálica con el nombre de su fabricante, ya desaparecido, Verdu y Cia. Mientras Antonio prepara una remesa de almendras, su hijo José Luis enumera al periodista que le pregunta sobre los dulces de Navidad que prepara para su clientela cada año por estas fechas, “el almendrado es el producto que más destaca de entre todos los que ponemos a la venta, el resto se vende, más o menos, por igual”, explica José Luis. De todas formas, las variedades que llenan expositores, mostrador y estanterías de la tienda de la calle Aviación alcanzan hasta un número de diez, y se cuentan entre ellas los polvorones, almendrados, mantecados, coquitos, empanadillas de boniato, rollos de anís y de vino, cuatro iguales -denominados así porque los ingredientes se utilizan en las mismas cantidades-, murcianos con cabello de ángel y el popular roscón de Reyes, “siempre utilizando ingredientes naturales de la mayor calidad y siguiendo recetas tradicionales”, apostilla José Luis.

La calidad de los productos del horno no ha pasado desapercibida, ni para el consumidor ni para los profesionales del sector que han premiado la labor que realiza la Panadería Guijarro en varias ocasiones, “hace cuatro años conseguimos el primer premio de roscones de reyes y en las pasadas navidades logramos el tercero en esta especialidad”, señala José Luis. El palmarés del establecimiento también cuenta con dos primeros premios en el concurso de monas de Pascua y un segundo en la elaboración de cocas “amb tonyina”, todos ellos otorgados por el Gremio de Panadería y Pastelería de la comarca de l’Alacantí.

“Estamos muy contentos, la verdad es que la consecución de estos galardones ha supuesto un buen impulso para que nuestra casa sea conocida fuera de la localidad y tengamos clientes fieles que se desplazan habitualmente desde las localidades del entorno”, afirma el responsable de Panadería Guijarro, “hasta el punto que un matrimonio de edad avanzada del barrio de Carolinas de Alicante hace el esfuerzo de subir cada año para comprar nuestros roscones de Reyes, ya sea en taxi o con la colaboración de sus hijos”, concluye José Luis.

El mayor de los hijos de Antonio Guijarro abandera junto a su esposa Loli Hernández, bajo el prestigioso nombre de Blonda, un proyecto completamente diferente al de sus hermanos.

Este establecimiento situado en Ancha de Castelar abre sus puertas a todos aquellos que busquen productos de pastelería y bombonería y se reconozcan como auténticos golosos o gourmets del dulce en cualquiera de sus variantes y especialidades. El escaparate y la imagen del umbral de la tienda en su conjunto es una declaración de intenciones que emana buen gusto, diseño y dulzura a partes iguales.

Lo primero que llama la atención del obrador de Blonda es la posición ordenada que presentan colgadas en la pared las rechonchas espátulas y las esbeltas paletinas, las esféricas batidoras de mano recién limpiadas a un lado y las tonalidades cromadas de las monumentales cámaras frigoríficas enfrentadas a las anteriores.

Al fondo, dos mesas -una metálica y otra de madera con una encimera de mármol- donde en una de ellas Antonio atempera el chocolate con el que dará el último toque maestro a las tabletas de turrón que esperan pacientemente para ser expuestas en las elegantes y delicadas baldas de la tienda. “¿Cuáles son los dulces típicos que hacemos?”, repite el maestro la pregunta del periodista, “además de las pastas de toda la vida, tenemos turrones, chocolates, las rocas de almendras -que se venden mucho en estas fechas navideñas-, los troncos o el pan de Navidad... y por descontado el roscón de Reyes”, enumera Antonio armado con una rasqueta y una paletina mientras le da una paliza al chocolate puro recién fundido con el fin de que reduzca su temperatura hasta bajar a los treinta y dos grados. Pocos minutos después, Antonio vierte el chocolate ya en su punto sobre los moldes que contiene la base del futuro dulce navideño, una variedad de turrón de las diez que elabora Blonda para sus clientes y de las que tres de ellas -pera, naranja y café- son nuevas en el mercado en esta campaña navideña.

En Blonda tienen acostumbrados a su legión de seguidores a rizar el rizo. Presentar novedades es un hábito en esta casa y darles un aspecto inmejorable una obligación dictada por el libro de estilo de la firma.

“Las personas comemos primero por los ojos, ¿de qué sirve sacar un nuevo producto si no le llega al consumidor?”, precisa el mayor de los hermanos Guijarro.

Antonio convencido de que la imaginación es un arma valiosisima y de la inestimable ayuda de la actividad publicitaria ha colocado un enorme y llamativo cartel en la puerta de su establecimiento anunciando en enorme tipografía rodeadas de vivos colores una de sus últimas invenciones: los macalores. Se trata de unos deliciosos aperitivos que son “una alternativa a las bases de canapé o pan bimbo que se usan tradicionalmente en convidadas, banquetes o eventos sociales, además está aderezado con hierbas aromáticas. Está siendo todo un éxito”, asegura. La pregunta obligada es ¿qué hace todo un maestro del dulce como usted tratando con productos salados?, a lo que éste responde con otra pregunta: “¿porque un buen pastelero no puede ser un buen panadero?” Antonio se queja de que es “muy fácil encasillar en esta profesión”, sobre todo desde la perspectiva del consumidor y “creo que es importante romper con estas creencias erróneas.

Yo ofrezco a mis clientes nuevos productos, originales y de una calidad excelente, ese es mi trabajo y lo estoy promocionando con mucha ilusión para que lo conozcan en el pueblo y, espero que pronto, fuera de San Vicente”, declara. Dentro de esta línea creativa en la que trabaja con productos salados tiene una gran aceptación en estas fechas, ya que además de dulces, la población consume productos que no se permite durante el resto del año o lo reduce a situaciones especiales. En esta novedosa oferta de Blonda, Antonio menciona su foie, un producto muy codiciado al que le ha dado su toque personal tirando de armagnac. No solo de dulce vive el ser humano en Navidad.

La iniciativa de Antonio le ha proporcionado el reconocimiento del gremio concretado en premios como la medalla de bronce conseguida en la IV Semana Nacional de la Pastelería Artesana, y con la participación en varias ediciones de Meditur y para la Selección Española de Pastelería. Su prestigio se ha extendido por toda la provincia y conserva clientes que se desplazan de municipios como Alicante o Benidorm. Aún así, echa de menos el trato que se brinda a los maestros pasteleros en otros países, como Francia donde se ha formado, desde los medios de comunicación y autoridades políticas, “no hay duda de que los franceses se venden bien”, concluye evocando la figura de su maestro, ya desaparecido quien tuvo el reconocimiento público de su labor y genio por parte de las principales revistas internacionales.



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